El lujo es seductor y nos hace perder la objetividad. Adquirimos artículos de lujo para pertenecer a mundos ideales, sin importar alejarnos de nuestra propia cotidianidad.
¿Hasta qué punto es bueno fantasear?
A lo largo de los años las prestigiosas casas de moda han pretendido seducirnos con estilos de vida que parecen ser inalcanzables. Aparentemente, estos se vuelven realidad al solo adquirir una de sus majestuosas piezas.
Las marcas han sido capaces de crear nuevas necesidades y lifestyles que nos arrastran a querer formar parte de esas atmósferas.
Buscamos nuevas identidades o niveles de grandeza. ¿Cuánto tiempo duran realmente esas sensaciones? Buscaremos robar miradas, generar envidias o dormiremos abrazados a nuestros preciados artículos para tenerlos hasta en nuestros sueños.
Pongamos como ejemplo a una mujer que compra una cartera de Gucci ; quizá ni siquiera le gusten los colores de esta temporada, pero la sensación que le produce tenerla la hará trasladarse a otro tiempo. Tal vez, al utilizarla, confundirá al taxista que la recogió en la calle 39 con un cochero dandy que la acarreará en su majestuoso carruaje.
¿Qué es lo que hace que esas piezas nos hagan sentir una sobredosis de dopamina? Y más curioso ¿De qué trata realmente el lujo? ¿El éxtasis que sentimos tiene que ver con su precio, su extravagante diseño o con el mundo soñado que vemos en las gigantescas fotografías colgadas en las casas de moda y en las hojas sedosas del September Issue de Vogue?
¿Buscamos el lujo disfrazado con champañas y Ferraris sin ser capaces de ver que esa vida luxury y el estilo puede ser natural y venir desde adentro? ¿Somos realmente compradores inteligentes o fashion victims , una moda que nos plantea aspiracionales cada vez más lejanos e inalcanzables? ¿Seremos capaces de encontrar un lujo más natural, sin tantas poses ni esfuerzos?
Orianna Zancanaro
www.maisonzancanaro.com
WOW, BRAVO!!! aplaudo tu talento, trabajo y logros. un abrazo!
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